La alegría camina descalza
por el filo de la incomprensión
y sin miedo a perder la distancia,
se sonríe y toca el tambor.
El parche se cubre de escarcha,
con el frío del odio mundial,
pero avanza a golpe de samba,
y en las calles parece nevar.
El sol transforma todo en agua
y una voz comienza a brotar,
del gris asfalto de la calma,
que la quiere acompañar.
La voz resuena en murallas
y el eco se atreve a entonar:
!Si marca el ritmo la alegría,
la vida se pone a cantar¡